miércoles, 20 de mayo de 2009

La grandeza y el éxito

Capítulo I

La grandeza y el éxito no es el resultado de lo que algunos erróneamente piensan: no se debe a la buena o mala reputación que tenga ese centro educativo donde usted estudió sino, a su determinación por aprender.

No se trata del nombre del lugar donde usted trabaja, si es una poderosa empresa transnacional o una pequeña pulpería de barrio; si usted conduce un impresionante avión, o más bien un taxi o autobús.

No tiene ninguna relación con su puesto de trabajo, si es usted jefe, subalterno, mensajero o conserje; mas bien, tiene que ver con la actitud, la gana, la entrega, la dedicación, el interés y el aprecio que usted le da a lo que hace.

La grandeza y el éxito, sí tienen relación con la cantidad de personas a las que usted puede hacer sonreír, ayudar y estimular en su manera de ser o de hacer las cosas.

No confunda el concepto de grandeza y de éxito con quien tiene dinero, posesiones o cierto apellido; el éxito medido en términos comerciales, académicos, deportivos, etc.; siempre es el resultado final y nunca inicial de un esfuerzo sostenible y constante.

No se deslumbre como quienes aprecian más las cosas que a las personas; ahora le señalo lo que sí tiene verdadero valor en la vida: la familia, los amigos y los compañeros; ellos deben ser parte de su motivación diaria para lograr alcanzar la grandeza y el éxito.

Imagínese por un instante que usted está en la playa, contemplando la inmensidad del mar; su grandeza es tal, que alcanza envolver a todo el mundo, que ha servido como inspiración para poetas y escritores de todas las épocas, contribuyendo con el progreso, colaborando con el sustento diario de miles de familias mediante la pesca, la recreación y dando vida al planeta.

Ahora medite detenidamente en el comportamiento del mar, poniéndose a expensas de los seres humanos y ubicándose más abajo del nivel de los ríos, con lo que se vuelve verdaderamente grande, por que así, se garantiza que podrá recibir todo lo mejor de ellos.

Como si quisiera enseñarle algo a usted, al mostrarle que en ocasiones, la actitud de ponerse al servicio de los demás, es lo que da como resultado el reconocimiento y el engrandecimiento.

No en vano, Jesucristo dijo: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.” ¿Entenderán nuestros aspirantes a líderes en cualquiera de los ámbitos de la sociedad, esa sencilla pero profunda enseñanza?

Según lo explica el psicólogo Howard Gardner, todas las personas tenemos diferentes capacidades de inteligencia que se van desarrollando con el paso del tiempo.

Pero he aprendido que quien alcanza el éxito, es aquella persona que se esforzó más y que entendió que el éxito se obtiene, poniendo a trabajar en todo momento y en toda circunstancia el más común de todos los sentidos: el sentido común; caminando por la vida con la actitud que se requiere, para sobresalir y prosperar.

La diferencia entre los países pobres y los países ricos no está en la antigüedad del país; lo demuestran modelos como la India y Egipto que tienen miles de años de antigüedad y son pobres, mientras Australia y Nueva Zelanda que hace menos de ciento ochenta años eran desconocidos como naciones, hoy son países desarrollados y ricos.

Parece que la diferencia está determinada, por la actitud de grandeza y éxito con la que los habitantes de uno u otro país han decidido vivir.

Japón, ese país altamente sísmico que fue destrozado en la segunda guerra mundial por dos devastadoras bombas atómicas, hoy está en pie siendo toda una potencia económica, produciendo altísima tecnología y renombrados vehículos, a pesar de no tener petróleo.

Al igual que Japón, Suiza casi no tiene importantes recursos naturales, pero da y exporta servicios con calidad difícilmente superable; es un país pequeño que ha vendido una imagen de seguridad, orden y trabajo que lo han convertido en la caja fuerte del mundo.

No tiene océano, pero posee una de las flotas navieras más grandes de Europa y no tiene cacao, pero produce chocolates de fama mundial.

En sus pocos kilómetros cuadrados, Suiza pastorea y cultiva solo cuatro meses al año por que el resto del tiempo es invierno; sin embargo, fabrica los productos lácteos de mejor calidad de toda Europa.

Por su parte Israel, estando inmerso en una zona geográfica muy convulsa en el Medio Oriente, maneja niveles de salud y de economía al más alto estándar internacional; alcanzando entre otros triunfos, el haber logrado poner a producir su propio desierto, convirtiéndose en uno de los principales productores de cítricos de todo el mundo.

Al analizar la conducta de las personas que viven en algunos países desarrollados es factible descubrir, el apego a ciertas reglas que fueron modificando su sistema de vida y que los transformó en países cada vez más prósperos.

Esto precisamente –y sin generalizar- se deriva de la actitud que cada habitante ha tenido, de lo cual puedo extraer las siguientes reglas:

-La moral y la ética como principios básicos.

-El orden y la limpieza.

-La honradez y la integridad.

-El respeto por el derecho de los demás.

-El amor al trabajo.

-La puntualidad y la disciplina.

-La educación y el conocimiento.

Desde esta perspectiva, usted también debería tratar de hacer una práctica cotidiana de esas reglas, aunque no viva en un país desarrollado, con tal de alcanzar la prosperidad, la grandeza y el éxito que le permita ser lo que usted siempre soñó y llegar donde siempre quiso estar, de manera que logre romper su propio molde.

El filósofo Anatole France, enseñó que para alcanzar grandes cosas, no solo debemos actuar sino también soñar y no solo planear, sino también creer.

Era mitad del siglo XIX y se escuchaba en las oficinas de la Escuela Primaria de un pequeño pueblo de Ohio, Estados Unidos, la siguiente conversación:

“El niño tiene un retardo mental, que le impide adquirir los conocimientos a la par de sus compañeros de clase; debe dejar de traer a su hijo a esta escuela.”

A la madre no pareció afectarle mucho la sentencia de aquella maestra; más bien, se encargó de transmitirle a su hijo que él no poseía ningún retardo y que Dios, en quien confiaba fielmente desde su juventud, no le había dado vida para avergonzarlo, sino para hacerlo un hombre de éxito.

Al Poco tiempo este niño, con solo 12 años de edad, fundó un diario y se encargaba de venderlo en la estación de trenes de Nueva York.

No fue todo, sino que se dedicó a estudiar los fenómenos eléctricos y gracias a sus experimentos, logró perfeccionar el teléfono, el micrófono, el megáfono, el fonógrafo y muchos otros inventos; sabe por qué, porque no se dejó influir por las desalentadoras palabras de aquella maestra.

Sin embargo, cuando todo parecía conducirse sobre ruedas, se encontró con un gran obstáculo, que desvanecía ante su mirada su mayor proyecto:

Había buscado incansablemente la forma de construir un filamento capaz de generar una luz incandescente, pero que al mismo tiempo resistiera el calor y la fuerza de la energía que lo encendía.

Sus financistas estaban impacientes, los competidores parecían acercarse a la solución antes que él y hasta sus colaboradores se encontraban desesperanzados, por lo cual, luego de tres años de intenso trabajo, uno de ellos le dijo:

"Thomas; abandona este proyecto, ya llevamos mas de tres años y lo hemos intentado en mas de dos mil formas distintas y solo conocemos el fracaso en cada intento".

La respuesta no se hizo esperar y dirigiéndose a él, con la misma vehemencia con la que su madre le había hablado unos 25 años atrás, le dijo:

"Mira; no sé que entiendes tu por fracaso, pero si de algo estoy bien seguro, es de que en todo este tiempo aprendí que antes de pensar en dos mil fracasos he descubierto más de dos mil maneras distintas de cómo no hacer este filamento y eso me da la pauta de que voy bien encaminado".

Unos meses después de esta conversación, Thomas Alva Edison quien indiscutiblemente aprendió a ver la vida, con los ojos del alma, logró su cometido; iluminando toda una extensa calle, mediante la luz eléctrica.

Y es que la vida evoluciona a una velocidad tan vertiginosa, que quien hoy cree saber mucho, mañana quizá podrá parecer anticuado, ignorante y desfasado; es que los avances científicos, tecnológicos y hasta las mismas modas nos imponen un ritmo de vida galopantemente incontrolable.

Desde este punto de vista tan irreverente, dentro del cual los bellos momentos tienden a desplazarse de manera fugaz, es imprescindible resistirse ante este desembocado estilo de vida, para el que cualquier persona y por cualquier motivo se convierte en un ser anticuado.

Pero usted demuestra su verdadera grandeza, cuando comprende que anticuado es quien ha perdido las ganas de vivir, quien carece de esperanzas, sueños o ilusiones; quien no se atreve a actuar por temor al fracaso, o al qué dirán y quien cierra las puertas del corazón, cortando las alas al amor, por temor a lastimarse.

De igual manera, está pasado de moda quien ha perdido la confianza en sí mismo y en los demás; quien da cabida al descontento, sancionando siempre, pero sin crear, innovar o mejorar y quien no da ni recibe ayuda por temor a tener que pagar o cobrar.

Igualmente, denota falta de grandeza, quien se vuelve parte del problema y no de la solución; quien ve la tierra como basura, los lagos como agua inerte y quien vive estacionado y desperdicia el tiempo sin hacer nada.

Del mismo modo, demuestra derrota en la vida, quien considera que su tarea está ya acabada, creyéndose viejo o vieja, que lo sabe todo y no tiene nada más que aprender.

Aunque los cerros puedan parecernos viejos y anticuados, no obstante, frecuentemente reverdecen y de manera similar ocurre con el sol que puede parecer viejo y anticuado, sin embargo, todos los días nos calienta.

Hay una anécdota que cuenta lo que hizo un indigente, para obtener monedas de los transeúntes; trataba de sacarle alguna melodía a una vieja guitarra, pero era imposible identificarla por lo desafinado del instrumento, y por la forma mediocre e inútil con la que tocaba.

Entonces apareció un concertista junto al mendigo musical y compadecido decidió hacer algo: le pidió la guitarra para afinar sus cuerdas y después, con gran maestría interpretó una melodía fascinante del viejo instrumento. Las personas comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo, a aplaudir y a lanzar monedas por la gran exposición de talento.

Y el mendigo estaba aún más feliz de ver lo que ocurría y no cesaba de dar saltos y gritos de alegría diciendo: “¡Esa es mi guitarra! ¡Esa es mi guitarra!”

La verdadera grandeza está en que cuando sienta que su vida está desafinada, infructuosa y discordante recurra a Dios, el Gran Concertista del Universo y la ponga en sus manos, para que igual que a aquel viejo instrumento, la afine de nuevo y saque de usted, la mejor de las melodías.

Es que hay personas que se consideran grandiosas por su rudeza y su bravura, por su capacidad de imponérsele a otros, su fuerza física y su arrogancia; sin embargo, la verdadera grandeza no consiste en el ancho de su tórax o de sus hombros; más bien está en la capacidad de sus brazos cuando se dispone a abrazar.

No está en la rudeza de su voz, sino en la cordialidad con que usa sus palabras al dirigirse a los demás; tampoco está en la cantidad de amigos que dice tener, sino en su actitud de saber ser buen amigo de todos.

La verdadera grandeza no está en su cabello como le sucedía a sansón, está en lo que emana de su corazón; no consiste en la fuerza de sus manos al golpear, más bien está en lo cuidadoso y tierno de sus caricias al expresar amor.

Tampoco está en el peso que pueda levantar, sino en las cargas que sea capaz de llevar a cuestas; y no consiste en hacer alarde de la cantidad de mujeres que dice haber poseído, sino en la virtud honesta y varonil de ser fiel.

También hay quienes opinan de forma errada y machista que los hombres no lloran, pues consideran que el llanto es inherente a las mujeres; ciertamente es más común ver llorar a las mujeres que a los hombres, debido a que nadie puede poner en duda que ellas por naturaleza traen niveles de sensibilidad y ternura más altos que los de los varones.

Por si fuera poco, la mujer tiene el potencial suficiente para soportar el peso del mundo en sus hombros y a la vez, la posibilidad de sustentarlo con sus manos.

La fuerza interior de la mujer es increíble, pues puede sobrellevar los rigores de un embarazo, dar a luz, criar a sus hijos a pesar de lo que sea y posteriormente, en ocasiones sufrir el dolor provocado por ellos mismos, con sus malos comportamientos o abandonos.

La verdadera grandeza de la mujer es tan maravillosa, que cuando Dios decidió enviarnos a su hijo Jesucristo, lo hizo nacer en el vientre de una de ellas, porque quizá mediante una mujer, el Salvador del mundo estaría más protegido que con un hombre.

Narra una anécdota que un adulto mayor que se dedicaba a la artesanía, agarró un trozo de madera y un poco de grafito para hacerse un lápiz, al cual antes de empezar a utilizarlo, lo tomó y le dio una serie de consejos, diciéndole:

-Lograrás hacer cosas extraordinarias en la vida, pero solo si eres humilde y te dejas sostener y llevar por la mano de alguien superior que te guíe, a quien llamarás Dios.

-Experimentarás el dolor en algunas ocasiones cuando te saquen punta, pero será necesario para que seas cada vez más fino, más preciso, más exacto y mucho mejor.

-Aunque todos puedan ver tu apariencia externa, tu parte más importante es esa que llevas por dentro, y que es invisible ante los ojos naturales, a menos que la dejes brotar de tu interior, con la condición que sea para causar la mejor impresión.

-Ciertamente cometerás errores en la vida, pero poseerás un borrador con el que tendrás la oportunidad de corregirlos y rectificar tus fallas.

-En cualquier superficie que seas usado, tendrás que dejar tu huella y tu marca personal y sin importar las circunstancias o las condiciones, deberás continuar tenazmente hacia adelante.

-Finalmente debes tener presente que como solo Dios es eterno, en algún momento te vas a gastar, por lo que tienes que dar tu mejor esfuerzo para que con el paso del tiempo, la impresión que dejes en la vida provoque que todos te recuerden con mucho agrado.

Aquel lápiz prometió recordar y poner en práctica estos consejos con el firme propósito de ser útil, entendiendo que esa es la única manera de alcanzar la verdadera grandeza y el éxito.

Así yo le comparto que tengo un excelente amigo que es preciso, cordial, fuerte y sociable; se distingue en cualquier grupo o círculo humano y es un ejemplo perfecto de aceptación, solidaridad y bondad; sin embargo, todo su ser reacciona severamente ante la injusticia y la hipocresía.

Siempre escucha, apoya y comprende a toda la gente y de todos los amigos que tengo, es el más considerado con los pobres, los solitarios, los enfermos, los abandonados y aún con los de mala reputación, a quienes otros repudiarían.

A decir verdad, constantemente se esfuerza por ver algo bueno en cada ser humano y aunque a los demás no les parezca, es amigo de todas las personas sobre las que ha influido positivamente, como en mi caso, pues yo le debo la grandeza y el éxito que he alcanzado en la vida, por seguir sus buenos consejos.

Espero que no se asombre cuando sin rótulos religiosos y sin barreras denominacionales o doctrinales, le comparta con todo respeto que Jesucristo, el más grande humanista que ha habido en la historia, es el mejor amigo de todos los que he tenido en la vida.

Le puedo asegurar que la mejor manera de obtener grandeza y éxito, consiste en que usted ponga en sintonía perfecta su cerebro con su corazón, cuando por sus buenas acciones la gente siempre le recuerde con agrado, cuando le sonrían y cuando usted ponga esos sueños de grandeza y de éxito, en las manos del Todo Poderoso.

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